lunes, diciembre 05, 2005

La princesa está triste...

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.

Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,

o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina,

quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,

ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente,
los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules,

en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste, la princesa está pálida) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!

¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, —la princesa está pálida,
la princesa está triste—, más brillante que el alba, más hermoso que abril!
—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;

en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

Rubén Darío.

Para ti princesa que te escondes en tu castillo de cristal...

6 comentarios:

A las diciembre 05, 2005 11:26 a. m. , Blogger Elena Martín ha dicho...

Qué bonito Almainsomne...
Aunque ha sido demasiado larga la espera...
Un beso enorme ;)

P.D.: Has quitado las fotos?no veo ninguna :(

 
A las diciembre 05, 2005 2:30 p. m. , Blogger alma insomne ha dicho...

Ando ocupadilla, tú ya sabes ;)
De pequeñita siempre lo leía y siempre me encantó, y ayer me acordé de él :)

Sí, he quitado las fotos, haré nuevas y así dejo atrás las antiguas :)

Un besote wapa!!!!!!

 
A las diciembre 06, 2005 1:58 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

qué bonito!
créeme que nunca leí nada de ruben darío...Pero me has animado a leerle con tu post, admirada insomne. Gracias!

 
A las diciembre 06, 2005 2:00 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

me quedo con la frase "O en el rey de las islas de las rosas fragantes...". Hermosa y evocadora

 
A las diciembre 06, 2005 10:39 p. m. , Blogger alma insomne ha dicho...

Gracias a ti Leo mares por pasarte por mi rincón y leer las aventuras y desventuras de un corazón algo trastornado ;)

A mi me encanta cuando dice "Y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor"

Ayyy... qué sensible me pone Rubén Darío jejejeje.

 
A las diciembre 07, 2005 9:20 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

Los primeros versos se los recito a mi "pequeña princesa" cada vez que la princesa no rie. Así que para mí es muy especial.

Besos alma.

 

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